2014/06/18

Comité Invisibleren eskutik: "I am what I am”

L'insurrection qui viens liburutik hartua
"I am what I am”
Es la última ofrenda del marketing al mundo, la última etapa de la evolución publicitaria, al frente, tan al frente de todas las exhortaciones a ser diferente, a ser uno mismo y a beber Pepsi. Décadas de conceptos para llegar aquí, a la pura tautología: YO=YO.

“Soy lo que soy”. Mi cuerpo me pertenece. YO soy YO, tú eres tú, y la cosa va mal. Personalización de masa. Individualización de todas las condiciones: de vida, de trabajo, de desdicha. Esquizofrenia difusa. Depresión servil. Atomización en finas partículas paranoicas. Histerización del contacto. Cuanto más quiero ser YO, mayor es mi sensación de vacío. Nos hemos convertido en representantes de nosotros mismos. Nos asumimos hasta la ruina con una torpeza más o menos disimulada.


Mientras tanto, YO controlo. La búsqueda de mí mismo, mi blog, mi piso, las historias de pareja, de ligues... ¡Cuántas prótesis se necesitan para ostentar un YO!

La conminación, omnipresente, de ser “alguien” sustenta el estado patológico que hace necesaria a esta sociedad. La exigencia de ser fuerte produce la debilidad a través de la cual se mantiene; hasta el punto que todo parece adquirir un punto terapéutico, incluso trabajar o amar. Todos los “qué tal” que se intercambian en un día, hacen pensar en otras tantas tomas de temperatura que, en una sociedad de pacientes, se administran unos a otros.

“I am what I am” . Nunca la dominación había encontrado una consigna menos sospechosa. El mantenimiento del YO en un estado de semirruina permanente.

Todo lo que me ata al mundo, todos los vínculos que me constituyen, todas las fuerzas que me pueblan no tejen una identidad, como me incitan a proclamar, sino una existencia singular, común, viva, y de la que emerge, en algunos momentos, este ser que dice “YO”.

Occidente lanza por todas partes, como si de su caballo de Troya se tratase, esa pesada antinomia entre YO y el mundo, el individuo y el grupo, entre ataduras y libertad. La libertad no es el gesto de deshacerse de las ataduras, sino la capacidad práctica de operar a través de ellas. La libertad de desarraigarse ha sido siempre el fantasma de la libertad. No nos liberamos de lo que nos coarta, sin perder al mismo tiempo, aquello sobre lo que podríamos ejercer fuerzas.

“I am what I am” no es, por tanto, una simple campaña publicitaria, sino una campaña militar, un grito de guerra dirigido contra todo lo que hay entre los seres, contra todo lo que les liga de forma indivisible.

El YO no es lo que está en crisis en nosotros, sino la forma en la que se intenta imprimirnos. Se pretende convertirnos en YOes bien delimitados, bien separados, clasificables e inventariables por cualidades.

No estamos deprimidos, estamos en huelga. Para quien rechaza controlarse, la depresión no es un estado, sino un tránsito, un adiós, un paso de lado hacia la desafiliación política. A partir de ahí, no hay otra conciliación que la medicamentosa, y la policial. Es precisamente, por esa razón, que la sociedad no teme imponer Ritalín a los niños demasiado vivos y pretende detectar, desde los tres años, “trastornos de comportamiento”.

Porque la hipótesis del YO se fisura por doquier.


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